Navajazos
En la primera secuencia de mi reportaje en la Teletón 2011, los golpes del bastón con el pavimento sonaron como unos navajazos. Cada golpe, cada navajazo, desprendía un trozo de aquellos obstáculos que, aparentemente, se veían insalvables.
¿Para derribar los obstáculos de la vida, es necesario que tenga que recurrir a navajazos? En algún momento procuré suavizar los golpes, ese impacto del bastón contra el suelo, pero aquello debilitaba mi equilibrio y me hacía vulnerable.
Durante muchos años fui reacio a usar el bastón. Cuando finalmente decidí seguir la indicación médica, de caminar con ayuda de un bastón, la vanidad de la juventud había pasado. Recordé las palabras de aquel ingeniero, accidentado en una explosión en Asmar Talcahuano, que me presentó mi padre. El no estaba triste al usar bastón, por el contrario, parecía que muchos de sus problemas estaban resueltos al usarlo. Mi decisión de tomar el bastón fue gatillada por ese recuerdo.
Curiosamente, en la calle, llamo menos la atención andando con bastón que sin él. El bastón además de mejorar mi equilibrio, modera mi balanceo al caminar. Si el bastón falla, el equilibio lo mejoro separando las piernas y coordinando el movimiento de éstas con el de los brazos.
El bastón me ha proporcionado más independencia, equilibrio y prestancia. Su sonido contra el pavimento es un navajazo contra los prejuicios, la discriminación y la ignorancia.
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