José Emilio Muñoz Labra

Informática, literatura y un largo etcétera

Mientras la observaba

Mientras la observaba sentía el dolor de recuerdos inquietos, asomados en algún rincón de esa bodega llamada mente. Las imágenes aparecían nítidas, sobrepuestas en la escena vívida, pero fría y punzante. La ansiedad sonreía a cada movimiento, las percepciones surgían amenazantes dispuestas al ataque, los gestos se desdoblaban ocultando intenciones y deseos. Si el tiempo hubiera sido verdugo, la hora era la indicada; si la soledad cadalso, todo estaba listo; si el silencio tuviera sentencia, los juicios habrían terminado. No habían ojos, ni bocas, las manos eran inútiles, las piernas piedras inmóviles. Lo peor nunca llega, el punto de inflexión no existe en esta dinámica, el desgaste está prohibido, la sorpresa no ha sido creada. Todo cansa y muere. Fue robado el respiro feliz de la confianza en los días. Las fórmulas secretas de divino alivio fueron quemadas en la fogata de la disociación emocional. El desprecio aflora como escudo y espada, la dignidad clama por una vuelta a la cordura, el respeto grita por su lugar, mientras el sentimiento perceptivo gana todos los puestos a empujones. El poder lo tomas desangrando la tranquilidad, el silencio de las lágrimas aniquilará tus planes, la esperanza del tiempo será el engaño definitivo.



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