Martillazos
No sé de qué manera llegaron esos drogos a mi cuarto de hotel. Cuando entré a él los vi, totalmente descontrolados, agarrando a martillazos las murallas.
La fuerza que manejaban era descomunal y sólo decían “mierda” por cada martillazo que daban. Eran cuatro tipos jóvenes, menores de veinticinco años, visiblemente borrachos y drogados. No me veían, yo estaba en medio de ellos, pero no me veían. Sólo les importaba destrozar las murallas del cuarto. No dañaron los muebles, el televisor, ni el frigobar, sólo les importaban las murallas.
Finalmente su faena concluyó cuando todos juntos, al unísono, golpearon un espejo repitiendo, como un coro, “Mierda” por última vez.
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